Ilustración de un cuento de Feng Meng-lung

El dedo

Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo.
Este tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros.
Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su
amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en
oro. Se lo ofreció al pobre, pero este se lamentó de que eso era muy
poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león
de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que
ambos regalos eran poca cosa.
—¿Qué más deseas, pues? —le preguntó sorprendido el hacedor
de prodigios.
—¡Quisiera tu dedo! —contestó el otro.

Feng Meng-lung (1574-164?). Escritor chino de la dinastía Ming.

Ilustración del poema de MARÍA ZAMBRANO

DELIRIO DEL INCRÉDULO
Bajo la flor, la rama;
sobre la flor, la estrella;
bajo la estrella, el viento.
¿Y más allá?
Más allá, ¿no recuerdas? , solo la nada.
La nada, óyelo bien, mi alma:
duérmete, aduérmete en la nada.
[Si pudiera, pero hundirme…]
Ceniza de aquel fuego, oquedad,
agua espesa y amarga:
el llanto hecho sudor;
la sangre que, en su huida, se lleva la palabra.
Y la carga vacía de un corazón sin marcha.
¿De verdad es que no hay nada? Hay la nada.
Y que no lo recuerdes. [Era tu gloria.]
Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha
en el soplo de tu aliento.
Mira en tu pupila misma dentro,
en ese fuego que te abrasa, luz y agua.
Mas no puedo.
Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mí mismo, no puedo buscar nada;
no llego hasta la nada.